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    Viernes 4 de mayo de 2018

    TRINIDAD (parte 1)

    Suena el despertador a las 6.40 horas, qué sueño… Hoy disfruto más del desayuno porque lo sirven todo a la vez, y parece que se ve más abundante así. De hecho es bastante abundante: dos platos de fruta, dos yogures, huevos fritos, pastas, unos ocho bollos como de pan de leche, mermelada y mantequilla…

    Hemos quedado donde la agencia a las 8.30 horas ya que hay la posibilidad de ir hasta el embarcadero en un transporte que pone la agencia por 5 CUC por persona, o ir por nuestra cuenta. Cuando llegamos a la agencia, resulta que su transporte se ha estropeado y nos están esperando con el chófer de un taxi colectivo y con dos chicas que van a Playa Ancón, con las que compartimos el coche y los gastos. Pagamos 2 CUC cada una (8 CUC en total).

    Al llegar al embarcadero, que está al otro lado del Hotel Ancón, en el otro lado de la península, que es muy estrecha, nos hacen esperar en unos bancos junto con la gente que va llegando a cuenta gotas, hasta que llega un autobús lleno hasta los topes.

    Desde este lugar sale también la excursión a Cayo Blanco que por lo que oigo, es solo para hacer snorkel, pero no para estar en la playa, con lo cual creo que es mejor Cayo Iguana que tiene snorkel, playa e iguanas.

     

    EXCURSIÓN A CAYO IGUANA

    El catamarán zarpa a las 9.25 horas. Tenemos barra libre de bebidas, aunque informan de que las bebidas alcohólicas solo se empezarán a servir tras la actividad de snorkel. Vamos unas sesenta personas a bordo, pero el catamarán es muy amplio y vamos muy holgados. Además hay un montón de sitio bajo los asientos para meter todas las bolsas.

    Después de dos horas de travesía, echamos ancla a unos cientos de metros de Cayo Iguana, donde estamos treinta minutos haciendo snorkel en un arrecife (normalito, que no impresiona nada). Me quedo con ganas en este viaje de haber visto tortugas y rayas, pero bueno… Hay un montón de pececitos. (CONSEJO) He traído patatitas desde España que trituro y echo por el agua, consiguiendo rodearme de un montón de pececitos. Se forma un buen círculo alrededor con la gente haciendo fotos y grabando vídeos.

    Cuando hay que embarcar de nuevo, el capitán toca un silbato. Montamos todos de nuevo en el catamarán y rodeamos la isla para dirigirnos al embarcadero de Cayo Iguana.

    Nada más desembarcar, la gente se dirige casi corriendo a las tumbonas. Como el capitán me ha dicho que comeremos en diez minutos, mi madre y yo nos dirigimos al lugar donde están instaladas las mesas y, tras dejar todos los bártulos, podemos disfrutar de un espectáculo sin igual. Justo detrás de la zona de comedor (ya que no es un restaurante en sí, sino una zona con mesas y bancos), se encuentran un montón de iguanas y jutías (parecida a una cobaya grande), que están esperando para darse un festín. Me siento en el suelo y en menos de 1 minuto estoy rodeada de más de veinte iguanas de tamaño mediano a grande y de cinco o seis jutías. El chico del bar tira galletas a mí alrededor, atrayendo a todos los animalitos. Me dice que hay que tener un poco de cuidado con las jutías, porque pueden morder, y que las iguanas son inofensivas y se pueden acariciar… Así que ahí estoy yo, toqueteando iguanas, y escondiendo los dedos de los pies de las jutías, por si acaso… jajaja.

    Es una pasada estar así rodeada de estos animales salvajes, ¡me encanta!

    Cuando acaban de instalar el buffet (paella, frutas, patatas, zanahorias, pan), la gente viene corriendo a servirse y, mientras comemos, las iguanas esperan abajo en la arena, pero las jutías se dedican a caminar entre los pies de la gente (yo ya me he puesto mis escarpines por si acaso). Los camareros pasan con langostas a la plancha que ofrecen a la gente por 10 CUC. Van sin cabeza, como todas las langostas que hemos visto hasta ahora. Ayer Jorge Méndez nos dijo que en Cuba no valoran las cabezas (tal y como ocurre en la Riviera Maya), y que directamente los pescadores venden solo los cuerpos.

    En caso de querer ir al WC, hay que ir al del catamarán o al “baño natural”, como nos indican allí.

    Después de comer, mi madre y yo nos vamos a recorrer el cayo mientras que la mayor parte de la gente sigue comiendo o está tumbada en las hamacas. A mano derecha mirando al mar no se puede llegar muy lejos, pero a mano izquierda hay un camino que permite recorrer la isla (recorremos la mitad), encontrando por el camino tres o cuatro playitas desiertas y paradisíacas. Mientras caminamos, vemos y oímos un montón de movimiento, sobre todo de iguanitas pequeñas (las grandes y las jutías están donde la comida). Nos damos un baño en una de las playitas solitarias. ¡Es como estar en el paraíso!

    Agua cristalina, arena clara e iguanas tomando el sol en la arena. ¡Disfrutamos muchísimo!

    Tras el baño volvemos a la zona del comedor donde el señor que cuida la isla está echando todos los restos de los platos a un montón de animales que esperan debajo, incluidos un montón de cangrejos ermitaños pequeños.

    Nos cuenta que lleva doce años trabajando aquí. Vive en la isla con su hijo. Trabajan quince días seguidos y luego otros quince descansan. Como los cubanos no pueden entrar en la mayoría de los cayos, no se puede llevar a su familia con él al cayo, y solo está su hijo porque trabaja con él. Me cuenta que el nombre de Cayo Iguana es un nombre para el turismo ya que en las cartas náuticas se llama Cayo Macho Fuera. Le pregunto qué hacen para pasar el tiempo y me dice que no les gusta tomar el sol, pero que tienen televisión y les gusta leer. Es muy amable. Estaría guay poder quedarse una noche y vivir una experiencia que seguro que es una pasada. Dice que se ven unos cielos estrellados alucinantes.

    A las 14.20 horas suena de nuevo el silbato y en diez minutos ya hemos zarpado. A un chico le ha picado una medusa y le están echando vinagre. Suerte que nosotras no vimos ninguna. Además a pocos km está lloviendo y vemos un paisaje maravilloso, con la combinación del agua turquesa en una zona con las cortinas de agua cayendo del cielo en la otra.

    La vuelta nos la amenizan con ¡reguettón a tope! Eso que no falte nunca en Cuba.

    Llegamos exactamente dos horas después de iniciar el viaje. Han pasado siete horas desde su inicio pero se me ha hecho todo súper corto. Incluso las cuatro horas en barco se pasan rápido. ¡Me ha resultado una experiencia genial! Es algo que no se puede experimentar muy a menudo y que recomiendo totalmente. Lo único que no me gusta es que pasamos demasiado poco tiempo en la isla… Fueron dos horas y media que me supieron solo a media… Es un fastidio que se pierdan dos horas de ida y dos de vuelta…

     

    TRINIDAD (parte 2)

    Al llegar al embarcadero hay varios taxistas, incluido el que nos trajo por la mañana, que nos reconoce y nos oferta llevarnos de vuelta hasta la casa particular, por 4 CUC por cabeza. Le comentamos que vamos a esperar por si encontramos a otras dos personas para compartir gastos, pero nos dice que realmente en el coche el máximo de pasajeros es cuatro, aunque hoy llevó a cinco por la mañana, pero que por la tarde se pone siempre la policía por lo que no podemos ser cinco de nuevo y que va a ser difícil encontrar a un pasajero solo. No sabemos si será verdad pero estamos cansadas por lo que no nos apetece regatear y aceptamos (al día siguiente descubriremos que era una mentira como una casa). El coche está completamente destartalado y medio roto. Es una pasada el estado en el que se encuentran algunos coches, y más teniendo en cuenta la cantidad de calles empedradas y llenas de baches y agujeros que hay… No sabemos cómo han sobrevivido durante tantísimos años.

    Tras ducharnos, organizamos de nuevo las maletas pues mañana toca madrugar (para variar). Supuestamente el conductor del taxi colectivo que nos ha conseguido Jorge Méndez llegará entre las 8 y las 8.30 horas.

    Ya nos habíamos fijado en la casa particular de Cienfuegos que en las paredes de las casas suelen tener cuadros grandes de cuando las niñas celebran su quince cumpleaños, que simboliza el paso de niña a mujer y aquí se celebra por todo lo alto, casi como si fuese una boda.

    Una vez cumplidas las tareas, salimos a dar un paseo hasta la Plaza Mayor. Debo rectificar y decir que ¡¡el pueblo me encanta!! Está lleno de casitas de colores muy entrañable.

    El primer día no las vimos y ayer estaba ya atardeciendo cuando salimos. Además como soy yo siempre la que va mirando Maps.me, me pierdo muchos detalles de alrededor por ir mirando el móvil. Y la zona de la Plaza Mayor al atardecer es preciosa, con las palmeras reales de fondo.

    El parque Céspedes también es muy bonito. Nos resulta llamativa la altura de los bordillos, ya que algunos llegan casi al medio metro. No sabemos si será por la riadas que se forman cuando diluvia pero hacemos un montón de ejercicio solo subiendo y bajando bordillos.

    Bordillos de campeonato

    Por ello vuelvo a recomendar el tema de la linterna, porque entre la falta total de alumbrado en muchas calles, las zonas empedradas y el tamaño de los bordillos, hay que andarse con mil ojos.

    Después de ponernos al día con el wifi, decidimos probar otro de los restaurantes que llevo anotados de TripAdvisor): Ochún Yemayá. La cosa empezó bien con el pan con ajo y aceite que nos pusieron de entrante (en Cuba prácticamente nunca ponen pan y cuando lo hacen suele ser tipo pan de leche). De primero pedimos un cóctel de camarones pues nos aseguró que estaba excelente, después de haberle comentado que el único que habíamos probado tenía los camarones totalmente lavados y sin sabor. El cóctel está bien sin más, mucho mejor que el otro, pero eso no significa que esté “muy bien”. De segundo, aunque no llevábamos esa idea para nada, acabamos pidiendo langosta a la plancha ya que costaba solo 9,90 CUC y era la especialidad según TripAdvisor. Después de más de media hora esperando para que nos la traigan, resulta que la parte de abajo viene algo quemada y al comerla noto un sabor raro. Cuando la huelo, me queda un regusto a amoniaco. No sabemos si es que ya sabían de antemano que estaba mala y por eso la quemaron adrede. Y digo esto porque cuando le dijimos al camarero que no la íbamos a comer porque estaba quemada (me supo mal decirle que olía a amoniaco, ya que la idea de la triquiñuela que podían haber llevado a cabo se nos ocurrió después), no se inmutó ni se disculpó, simplemente nos trajo la cuenta y “hasta luego”. Esta vez sí que hemos aprendido la lección y se acabó la langosta en este viaje… Exceptuando la de la Ciénaga de Zapata, el resto nada de nada.

    Encima, para culminar la noche, las calles que seguimos a través del mapa, aunque nos llevaron a la primera y sin tener que dar rodeos a la casa de Jorge Méndez, nos hicieron atravesar una especie de barriada que no tenía muy buena pinta y que nos hizo ir un tanto inseguras durante un buen tramo, aunque realmente nadie nos dijo nada.

     

    GASTOS DEL DÍA

    – Transporte a Cayo Iguana: 4
    – Transporte de Cayo Iguana: 8
    – Cena Ochún Yemayá: 16,80
    – Casa particular Jorge Méndez: 35

    TOTAL – 63,8 CUC (≈ 58€)

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