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    Los viajes de Ali Fog 19 de septiembre de 2017 0 comentarios

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    Martes 19 de septiembre de 2017

    CASABLANCA

    Hemos dormido como troncos, y eso que hemos tenido que hacer algún cambio antes de dormir, porque las almohadas miden como 30 cm de alto (lo suficiente para dislocar el cuello) y el nórdico es lo suficientemente gordo como para pasar el invierno en Siberia. Bajamos a desayunar y encontramos un buffet libre, ¡¡¡¡bieeeeen!!!! Aunque no es el mejor en el que hemos estado y creemos que el zumo de naranja estaba rebajado con agua, los buffets libres siempre molan!

    A las 9 y 20 ya estamos en camino, rumbo a Marrakech. Como no conducimos nosotros, no me he dado cuenta de contar que hasta ahora hemos pasado por un montón de peajes y, cuando le pregunto a Zaid me dice que, aunque no lleva las cuentas exactas, cree que desde que empezamos el viaje habrá pagado unos 400 dirham de peaje.

    MARRAKECH (parte 1)

    Llegamos a Marrakech hacia las 13 horas. Como el riad se encuentra dentro de la medina y el coche no puede entrar, viene a buscarnos un señor muy majete con su carro para llevarnos las maletas. La situación es bastante graciosa porque los callejones son muy estrechos y algunos tienen escalones y, aunque los coches no pueden pasar, pasan motos sin parar a toda velocidad, mientras que el señor va tirando del carro… ¡Surrealista!

    Tras 10 – 15 minutos de caminata, le damos una propina de 20 dirham, porque ha sido muy amable. Llegamos al riad, que es el Riad Marana y mientras rellenamos el papel con los datos del pasaporte y nos terminan de preparar la habitación, nos obsequian con un té de menta.

    Que de verdad que les agradecemos mucho, pero debo decir que con más de 30° y sudando a chorros, tener que tomarse un té hirviendo es una pequeña putada. Pero qué se le va a hacer, no queremos ofender a nadie, así que nos lo bebemos. A las 13.20 horas ya podemos subir a la habitación. El problema es que hemos quedado con la guía a las 14 horas en punto en el riad y aún tenemos que comer. Buscamos en TripAdvisor algún sitio cercano para comer pero, nada más salir del riad, el Google Maps aún sin conexión, no nos lleva a ninguna parte, con lo cual vamos a la aventura y, por suerte, topamos con el Knock Knock kfe. El chico que nos atiende es muy agradable y cuando le explicamos que sólo tenemos media hora para comer, se pone las pilas para poder servirnos lo antes posible. Además nos lleva hasta la última planta del edificio donde podemos comer en la terraza contemplando las vistas de la Medina. Aprovecho con el wifi del restaurante para mirar las críticas en TripAdvisor de esta sitio y veo que son muy buenas, ¡no nos equivocamos! Comemos tres paninis de pollo y quedamos muy contentos, tanto con la comida como con el servicio. Si podemos, volveremos. Pagamos 175 dirham por los tres paninis y dos Coca-Colas.

    Comemos rápidamente y conseguimos llegar al riad a las 14.10 horas. De todas formas, había conseguido hablar con Zaid para que avisase a la guía de que íbamos a llegar unos minutos tarde.

    Pedimos disculpas a la guía e iniciamos la tournée. La guía ni se presenta ni nos pregunta nuestros nombres, simplemente empieza a andar y nos dice que la sigamos. A los diez minutos sin que haya dicho una palabra, le pregunto si está molesta por haberla hecho esperar diez minutos, pero me dice que no, que le vino bien porque estaba cansada de la excursión que hizo por la mañana y así pudo descansar un rato. De nuevo pasan diez minutos sin que nos diga una sola palabra y le pregunto si es que no es de hablar mucho y me dice que por ahora no hay nada que explicar por lo que no hay nada que hablar. Pues qué bien… Tras comprar una botella pequeña de agua por 3,5 dirham, llegamos al Palais Bahia.

    Pagamos 10 dirham por cabeza y empezamos la visita. Es como si la guía le hubiese dado al “play”, porque empieza a hablar contándonos la historia del palacio, de forma totalmente monótona y sin entusiasmo de ningún tipo. A los diez minutos, Nacho decide pasar de la visita guiada y ver las cosas por su cuenta, sacando fotos donde le apetezca. Yo me quedo escuchando a la señora que, aunque de forma monótona, por lo menos me cuenta la historia del lugar. En una de las salas que vemos, hace levantarse a un chico que trabaja de guía en el Palacio para sentarse ella, y me explica que está cansada y le duelen los pies de la excursión de la mañana.

    Tras esta visita, nos explica que iremos a una herboristería. Me dice que unas herboristerías están controladas por el Gobierno y son de fiar y otras no, y a la que nos lleva ella sí que es de fiar. Se trata de la Herboriste Le Musée.

    Dentro nos espera la encargada. Como no sabíamos que nos iba a explicar de qué iban los productos y pensábamos que sólo íbamos a entrar a mirar, Nacho sale a comprar una botella de agua, cosa que a la guía no le debe parecer muy bien, porque pone mala cara. Cuando han pasado cinco minutos y Nacho aún no ha llegado, la guía sale a buscarle. Llega con Nacho y la encargada de la tienda nos mete en una sala y nos explica los distintos productos y propiedades que tienen. Me parece interesante y entretenido. Nos pregunta si queremos que, mientras, nos den un masaje en el cuello y yo digo que sí. Ella continua la explicación y, tras la misma, nos empieza a decir los precios de todos los productos. Nos explica que los precios no se regatean pero que por cada dos productos que nos llevemos de algo, nos regala el tercero de lo mismo. La cosa es que cuando nos va explicando los precios y nos va enseñando las bolsas con las distintas especias, estas tienen un tamaño bastante interesante, pero cuando le decimos lo que queremos (nos han interesado unos polvos para evitar los ronquidos [granos de nigelia = Sanoug]), las bolsas que nos entrega son de un tamaño como tres veces menor. Ahora, mientras escribo el diario, me doy cuenta de que hemos sido unos pringados y nos han visto la cara de tontos. Y encima tontos profundos, porque encima le compramos dos (+ uno de regalo) bolsas, por un precio de 120 dirham. Además, mi madre me había pedido que le comprase unos pintalabios típicos marroquíes, de esos que son sin color pero a cada persona le deja los labios de un color (o algo así me ha dicho). Compro seis por 80 dirham. Lo mejor de esta historia es que unas calles más allá de la herboristería vuelvo a ver los pintalabios y me da por preguntar el precio y, sin regatear ni nada, me dicen que valen 5 dirham cada uno. Yo los he pagado a 13 dirham y supuestamente con oferta. Se lo digo a la guía y se muestra completamente sorprendida, aunque pronto cambia la cara y nos explica que los de la herboristería son de fiar, aunque que realmente cuando hablamos de diferencias en la calidad, estas diferencias se refieren a la calidad del aceite de argán y similares, por lo que se está contradiciendo ella misma. De hecho, todos los pintalabios que empiezo a ver en los distintos puestos son exactamente iguales, vamos que me he dejado estafar como una tonta. Doy una propina de 20 dirham a la señora que me ha hecho el masaje.

    Aparte de esto, la dinámica de la visita es que ella va caminando completamente a su bola sin mirar para atrás en ningún momento por si le seguimos o si estamos sacando fotos, y nosotros tenemos que ir siguiéndola como perrillos falderos sin que nos dirija la palabra ni nos explique nada. Nacho y yo estamos flipando y nos apetece mandarla a paseo del tirón, porque además de vez en cuando me mete alguna contestación súper borde pero, puesto que esta visita ya está pagada, habrá que aprovecharla, digo yo.

    Lo último que visitamos es la Medersa Ben Youssef, por la que tenemos que pagar 20 dirham cada uno y donde también nos da las explicaciones oportunas. Bueno más bien a mí, porque Nacho va completamente a su aire. Cuando nos dice que podemos ir a ver las habitaciones de arriba, es como una pequeña liberación el poder separarnos de ella un rato, porque es que da hasta mal rollo de lo seca que es.

    De aquí ya nos acompaña hasta la calle donde se encuentra nuestro riad, menos mal… Tenemos unas ganas de perderla de vista… Eso sí, justo al final nos echa una sonrisa y nos dice que ojalá estemos contentos con la visita que hemos hecho con ella… ¿¿Es una broma?? Le damos las gracias de forma seca y nos vamos.

    Eso sí, tengo que decir que pese a lo antipática que era la guía, hemos disfrutado mucho paseando por el zoco y viendo las distintas tiendas, que era lo que yo me había esperado en la medina de Fez. Este zoco ha cumplido ampliamente mis expectativas.

    Babuchas
    Zoco

    Le cuento a Zaid lo ocurrido, para que sepa cómo funciona la guía con la que trabajan.

    Al llegar a la habitación descubrimos que no somos los únicos inquilinos de la misma y que tenemos una familia de hormigas gigantes viviendo con nosotros… Matamos unas cinco, pero van apareciendo más de vez en cuando. Se lo digo a los del riad por si tienen otra habitación, pero me dice que están completos y me dan un spray anti bichos.

    Tras una hora de relax en la habitación, salimos a recorrer el zoco por nuestra cuenta. Me encantan todos los puestos tan coloridos y llenos de cosas variadas. Destacar que aunque las calles son peatonales, están llenas de motos que pasan a toda velocidad y se ofenden si no te apartas al instante. ¡Es una pasada! Nos tiramos un par de horas recorriendo el zoco a nuestro aire. Compramos una plaquita metálica para un amigo por 50 dirhams (nos pedían 120) y, tras superar el trauma de los pintalabios, compro un pack de doce para llevar de recuerdo a mis amigas, con precio fijo que no admite regateo (60 dirhams).

    Después de esto, estoy agotada y deshidratada, por lo que buscamos una terraza con vistas a la plaza Jemaa el-Fna, que ya empieza a llenarse de ambientillo. Acabamos en L’ ancien cafe, que tiene buenas vistas y precios asequibles aunque sean el doble de lo normal (dos refrescos = 40 dirham). También wifi, que me permite recibir la respuesta que me da Zaid, y donde me explica que ellos siempre trabajan con otra guía, pero como para hoy estaba ocupada, esa otra guía habitual llamó a la que nos llevó hoy a nosotros. Me pongo a mirar el itinerario que supuestamente teníamos previsto para hoy y descubro que sólo hemos visto una de todas las cosas que teníamos pendiente… (“A la tarde realizaremos la visita guiada de la ciudad, comenzando por los jardines de la Menara con su estanque, las tumbas Saadianas donde se encuentran los fundadores de la ciudad, el Palacio de la Bahía, residencia del antiguo visir; la Koutoubia, un espléndido minarete. Terminaremos el recorrido en la indescriptible Plaza de Djemaa El Fna”). Estoy indignadísima, me siento estafada. No me importa que hayamos ido al herbolario pensando que estaba dentro del itinerario, pero sí que me molesta no haber visto las demás cosas por haber ido a comprar a la tienda de su amiga. Si compré en el herbolario es porque como nos llevó ella como guía nuestra, yo confiaba en ella, entendiendo lógicamente que ella se llevaría algún tipo de comisión, pero no esperando que me cobrara un precio superior a lo que vendían los puestos de su alrededor. Para nada es culpa de Zaid, por supuesto, sólo me da rabia que la tía esa haya hecho que desperdiciemos el día que teníamos en Marrakech dando vueltas por el zoco, cuando eso podríamos haberlo visto perfectamente a nuestra bola, aunque también me doy cuenta de que en parte ha sido culpa nuestra, porque parecemos tontos y nos hemos fiado de ella al 100%. Bueno, así es la vida y de todo se aprende. Por lo menos hemos disfrutado un montón de la visita del zoco viendo los diferentes puestos (“zoco” = mercado dentro de la medina).

    Volvemos al riad a las 21.30 horas, ya que habíamos programado la cena para esa hora. Cuando bajamos a cenar, cuál es nuestra sorpresa cuando vemos que nuestra mesa ya tiene los platos encima de la mesa. Hoy no podremos elegir entre los distintos platos de un menú y no sólo eso, sino que el menú que nos han elegido está basado todo en las verduras, excepto un muslo de pollo. Qué bien… Cenamos una especie de vinagreta, una especie de revuelto de berenjena con otras verduras todo como triturado, y pollo con un montón de verduras encima… No nos gustan las verduras… Pero qué se le va a hacer, picamos un poco de cada cosa para matar el gusanillo por lo menos.

    Tras cenar, salimos a dar una vuelta por la plaza Jemaa el-Fna. Está súper ambientada, llena de gente, llena de puestos diversos, muchos de ellos para tomar zumos de naranja recién exprimido, un montón de puestos de comida, y varias personas haciendo diferentes espectáculos rodeados por un montón de gente. Debo decir que me esperaba cosas más exóticas como las serpientes y demás pero, por más vueltas que damos, no vemos nada por el estilo. Así que disfrutamos un poco del ambiente, teniendo bien agarradas las riñoneras puesto que hemos leído que es un lugar muy favorable para los carteristas.

    Había leído que en toda esta zona podía haber bastante problema con los hombres árabes que intentasen manosear a las mujeres pero, como ya me pasó en Fez, no hemos visto nada del estilo y hemos estado muy tranquilos y relajados durante todo el paseo por el zoco y por la plaza.

    GASTOS DEL DÍA

    • Propina maletero: 20
    • Comida: 175
    • Agua: 3,5
    • Entrada Palais Bahía: 20
    • Agua: 10
    • Herboristería: 200 (120 + 80)
    • Propina masaje: 20
    • Medersa: 40
    • Placa mecánico: 50
    • Pintalabios: 60
    • Refrescos L’ancien café: 40
    • Agua: 6

    TOTAL: 644,5 dirhams, unos 65 €.

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